Atlanta era una ciudad en rápido crecimiento, pero con muchos problemas
relacionados con el crimen. Se cometían constantes asaltos, homicidios y
violaciones a los derechos humanos, pero nada de esto pudo igualar la
cadena de asesinatos de chicos negros que conmocionó a la ciudad y al
país entero, y cuyo presunto culpable, Wayne Williams, habría de ser
condenado de por vida, aunque nadie supo jamás si fue el culpable de
tales crímenes.
Edward Hope Smith, de 14 años de edad y Alfred Evans,
de la misma edad, fueron encontrados el 28 de julio de 1979 en un área
boscosa en la parte sudoeste de la ciudad. El primero había sido muerto
por el disparo de un arma calibre 22 y Alfred por asfixia, probablemente
mediante estrangulamiento. Las teorías sobre sus muertes, en un
principio, incluyeron historias de drogas, una tercera persona
involucrada en los asesinatos y, por supuesto, el trabajo de una de las
muchas pandillas que asolaban la ciudad en aquellos tiempos.
A mediados de noviembre del mismo año (1979) se hallaron los restos descompuestos de Milton Harvey, aunque inicialmente su muerte no fue clasificada como homicidio ya que no hallaron huellas de violencia física.
El 8 de noviembre se hallaron los restos de Yusef Bell,
quien había sido estrangulado y cuyo cuerpo fue arrojado a un agujero
en el suelo de una construcción. Curiosamente, el muchacho estaba
descalzo cuando desapareció y el cuerpo también estaba descalzo, pero
los pies habían sido lavados cuidadosamente.
En un principio, no se pensó que los crímenes
estuvieran conectados. Sin embargo, el 10 de Marzo de 1980 se encontró
el cuerpo de Angel Lenair, una chica negra, atado a un
árbol con cable eléctrico y unos calzones que no le pertenecían a ella
metidos en su boca. No había evidencia de violación.
Poco después, Jefferey Mathis
desapareció. La última vez que se le vio fue en un automóvil azul, pero
las investigaciones no fueron más allá de esto pues se consideró que se
trataba de otro típico caso de un chico que huyó de su casa.
El 18 de mayo de 1980, Eric Middlebrooks,
de 18 años, recibió una llamada telefónica y dijo a su madre que
saldría a reparar su bicicleta. Su cuerpo fue hallado al día siguiente,
severamente golpeado. Poco después, el 9 de junio de 1980, desapareció Christopher Richardson, de 12 años, quien supuestamente salió a nadar y no regresó.
Se formó un grupo para investigar los asesinatos y
desapariciones de los chicos negros y, poco después, se encontró el
cuerpo de Aaron Wyche, de 10 años, muerto por asfixia. El 6 de julio hallaron el cuerpo de Anthony Carter, de nueve años, apuñalado repetidamente.
Para entonces, otros dos niños habían desaparecido: Earl Terrell y LaTonya Jackson,
supuestamente secuestrados. En el caso de Terrell, inclusive, los
familiares recibieron una llamada pidiendo 200 dólares de recompensa,
pero no se supo más de él y algunos pensaban que había sido robado por
un círculo de pornografía infantil que operaba cerca del lugar.
El 20 de agosto de 1980 se encontró el cadáver de Clifford Jones, de 13 años, ahorcado. Curiosamente, su cuerpo tenía ropa interior que no le pertenecía.
Estos son sólo algunos de los casos que se
identificaron primero, pero para cuando se formó una fuerza especial de
la policía para investigar los crímenes, había más de 90 nombres de
chicos negros que compartían muchas características en el modo en que
habían muerto. Sin embargo, los expedientes eran un caos y, en muchos de
los casos, no se recolectaron evidencia cruciales que hubieran podido
arrojar un poco más de luz sobre los asesinatos. Finalmente, los
investigadores eligieron menos de 30 nombres y se olvidaron del resto,
dejando a más de 60 víctimas fuera de las investigaciones.
Una de las cosas que más desconcertaban al grupo de
investigadores era la falta de un Modus Operandi que reuniera a las
víctimas. Los métodos de los crímenes eran distintos, aunque poco a poco
comenzaron a reconocer cierto patrón geográfico, ya que muchas de las
víctimas se conocían o frecuentaban los mismo lugares.
El cuerpo de Aaron Jackson fue
encontrado bajo un puente en noviembre de 1980, cerca de donde haba sido
descubierto el cuerpo de Wyche. Como en muchos de los otros casos, la
causa de muerte fue clasificada como “probable asfixia”. Poco después
desapareció Patrick Rogers, de 16 años. El 21 de diciembre de 1980 su cuerpo fue descubierto en un río. Había muerto de un golpe en la cabeza.
El equipo de investigadores se dio cuenta de que el
patrón de los asesinatos estaba cambiando. Ahora en lugar de ubicarse en
áreas centrales de la ciudad de Atlanta, los cuerpos comenzaban a
aparecer cada vez en lugares más alejados. Eso indicaba claramente que
el asesino sabía que estaba bajo la mira, y que temía ser atrapado si
seguía rondando los mismo territorios. La lista de los crímenes
asociados al caso siguió creciendo. Se le añadieron Lubie Geter (enero de 1981), Terry Pue (enero de 1981), Patrick Baltazar (febrero, 1981), Curtis Walker ( febrero, 1981), Joseph Bell (marzo de 1981), Timothy Hill (marzo de 1981).
La población, enfurecida por la poca actividad que veían en las
autoridades, formaron “patrullas ciudadanas”. Recorrían las calles
armados con bates de beisbol, por lo que les llamaban “bat patrols”.
Desgraciadamente, ni los esfuerzos de los ciudadanos ni los de la
policía evitaron que los crímenes siguieran ocurriendo. El mismo día que
la “bat patrol” hizo su primer rondín,
Eddie Duncan, de 21 años, fue asesinado.
Se acumularon grandes sumas de dinero como recompensa
por la captura del asesino. El mismo presidente Ronald Reagan reunió
dos millones de dólares, a los que se sumaron contribuciones de Muhammad
Ali, Burt Reynolds, Doris Knight y otros. Parte del dinero estaba
destinado a las familias de los chicos asesinados, pero coo suele
suceden en estos casos, los fondos no llegaron a sus destinatarios y se
filtraron por las cuarteaduras del sistema hasta desaparecer por
completo.
Una de las personas claves en la resolución de los
casos fue Chet Dettlinger, quien trabajó de forma voluntaria con la
policía y con investigadores privados para hallar al culpable de los
asesinatos. Tan acertadas fueron sus predicciones sobre los sitios donde
atacaría el asesino, que por algún tiempo estuvo en la lista de los
sospechosos.
Un día, unos policías que vigilaban un puente, vieron
acercarse un auto y uno de ellos escuchó el sonido de algo cayendo al
agua. Cuando detuvieron al conductor del vehículo, resultó ser Wayne
Williams, de casi 23 años de edad, fotógrafo y promotor musical quien
dijo que buscaba la dirección de una de sus posibles clientes. Dio el
nombre, la dirección y el teléfono de su cliente, pero todos estos datos
eran falsos. Horas después, buscaron en el río donde se había escuchado
el chapuzón pero fueron incapaces de hallar nada.
Wayne Bertram Williams nació el 27 de mayo de 1958. Desde joven soñaba
con hacer dinero en la industria del entretenimiento. Era talentoso y
estaba muy motivado. Comenzó con su propia estación de radio a la edad
de 16 en la casa de sus padres. Desertó de la Universidad. Para ganar
algo de dinero, vendía a los medio fotografías de incendios, accidentes
automovilísticos y aéreos. Su sueño era encontrar a los siguientes
Jackson Five o al próximo Steve Wonder. Sin embargo, no tuvo mucho
éxito, y gastó buena parte de los ahorros de sus padres grabando chicos
sin el potencial para convertirse en estrellas.
Poco después, fue hallado el cuerpo de Nathaniel
Carter, y aunque el examinador médico fue incapaz de determinar la causa
de la muerte, lo único que si quedó claro fue que llevaba muerto el
suficiente tiempo como para ser la persona que “supuestamente” Wayne
Williams habría arrojado desde el puente el día que fue interrogado por
la policía.
El principal problema de Williams era que su coartada
(del día que fue detenido en el puente) era poco creíble y no encajaba
para nada. Él se defendía diciendo que le habían dado los datos
equivocados, pero la policía pensaba que mentía.
Williams sorprendió a la policía cuando,
inesperadamente, convocó a una rueda de prensa en su propia casa,
diciendo que la policía trataba de inculparlo, que era el chivo
expiatorio y que lo harían pagar por crímenes que no había cometido.
Entre tanto, los laboratorios del FBI había encontrado que las fibras
encontradas en los cuerpos de las víctimas y aquellas pertenecientes a
la casa, los autos y el perro de Williams coincidían parcialmente, pero
el fiscal de distrito se resistía a basar el caso en tales evidencias,
que consideraba poco fiables.
El 21 de junio de 1981, Wayne Williams fue arrestado y
el juicio comenzó el 28 de diciembre de 1981. Williams estaba acusado
principalmente del asesinato de Carter, pero al menos tres personas
aseguraron haberlo visto después del incidente del puente y a ninguno de
ellos se les permitió testificar. Wayne tampoco ayudó mucho en su caso,
ya que tenía una tendencia patológica a mentir y a exagerar su propia
importancia, lo cual debilitó su credibilidad ante el jurado
Las fibras:
Uno de los puntos fuertes de las acusaciones eran las
fibras encontradas en los cuerpos de las víctimas, las cuales no eran
tan raras como para que fuera imposible que las hubieran adquirido en
otro lugar. Además, no se encontró una sola fibra de las ropas o
cabellos de las víctimas en la casa o los autos de Wayne, lo cual
planteó serias dudas sobre esta fase de la acusación, ya que la
transferencia de fibras suele ser bidireccional.
Finalmente, en enero de 1982, Wayne Bertram Williams fue hallado
culpable del asesinato de Jimmy Ray Payne y de Nathaniel Carter.
A lo largo del tiempo, son muchas las personas que
aún defienden la inocencia de Williams. Parece que tuvo la mala suerte
de estar en el lugar y en el momento equivocado y que, efectivamente,
los cerca de treinta asesinatos que se le achacan no hayan sido
cometidos por él. Sin embargo, las posibilidades de un nuevo juicio o de
que salga de prisión son prácticamente nulas.