sábado, 8 de marzo de 2014

¿Nos movemos por la vida demasiado rápido?




Washington DC, estación del metro en una fría mañana de enero del 2007: El hombre con el violín tocó seis piezas de Bach por aproximadamente 45 minutos. Durante ese tiempo cerca de 2 mil personas atravesaron la estación, la mayor parte de ellos rumbo a sus trabajos.

A los 3 minutos:


Una mujer de mediana edad notó que había un músico tocando. Disminuyó la velocidad, se detuvo por unos pocos segundos y luego se apresuró para que no se le hiciera tarde.

A los 4 minutos:

El violinista recibió su primer dólar: Una mujer arrojó el dinero dentro del sombrero y, sin detenerse, siguió caminando.

A los 6 minutos:

Un hombre joven se recargó contra la pared para escucharlo, luego miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo.

A los 10 minutos:

Un niño de 3 años se detuvo, pero su madre lo urgió a que siguiese caminando. El niño se detuvo a mirar al violinista de nuevo, pero la madre lo jaló y el niño la siguió, volteando la cabeza continuamente. Esta acción se repitió con algunos otros niños. Cada uno de los padres, sin excepción, forzaron a los niños a moverse con mayor rapidez.

A los 45 minutos:

El músico había tocado sin parar. Sólo 6 personas se detuvieron a escucharlo por un corto periodo de tiempo. Cerca de 20 dieron algo de dinero pero siguieron caminando a paso normal. El hombre recolectó 32 dólares.

1 hora:

Había terminado de tocar y se hizo el silencio se hizo de nuevo. Nadie aplaudió, no hubo reconocimiento.

Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más grandes del mundo. Tocó algunas de las más intrincadas piezas jamás escritas con un violín que vale 3 millones y medio de dólares. Dos días antes, Joshua Bell había llenado un teatro de Boston donde cada asiento valía cerca de 100 dólares.

Esta es una historia real. Joshua Bell tocando de incógnito en una estación del metro fue organizado por el Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. La pregunta era: En un ambiente común y corriente, a una hora inapropiada, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿La reconocemos en un contexto inesperado?

Una posible conclusión de este experimento podría ser esta: Si no tenemos un momento para detenernos a escuchar a uno de los músicos más talentosos del mundo, tocando algunas de las piezas más hermosas jamás escritas con uno de los instrumentos más bellos jamás construidos… ¿Cuántas cosas más nos estamos perdiendo?

Tal vez nos movemos por el mundo demasiado rápido.




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